XI Congreso de Historia de
Colombia |
PONENCIAS
(texto completo)
"Las œltimas apariciones de la Virgen en
latinoamŽrica :
una aproximación antropológica".
Por :Fabi‡n SANABRIA-S.
(antrop—logo, Docteur de l’Ecole des Hautes
Etudes en Sciences Sociales),
profesor asistente, Facultad de Ciencias humanas y
económicas,
Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
Medell’n, junio del 2000.
En las dos œltimas dŽcadas, el surgimiento de
"nuevos movimientos sociales" __especialmente
religiosos y/o pol’ticos__ a escala planetaria,
estudiados como grupos "neo-comunitarios" que planteaban
reivindicaciones tendientes a generar "recomposiciones
identitarias" (introduciendo una suerte de "laicidad"
que cuestionaba las maneras tradicionales del ejercicio del poder
"a travŽs de la irrupci—n relativamente aut—noma del
sujeto social, la racionalizaci—n de la normatividad
institucional, y la instrumentalizaci—n de nuevas l—gicas de
participaci—n"), gener— una cierta ampliaci—n en el an‡lisis
de las "conversiones sociales" __a partir de
sus contenidos ideol—gicos__ en tŽrminos generales, y,
en particular para AmŽrica latina, exigi— la construcci—n de
modelos te—ricos capaces de abordar tales din‡micas desde una
perspectiva pol’tica de lo religioso y viceversa. En ese sentido,
"lo pol’tico de lo religioso y lo religioso de lo pol’tico"
apareci— como un campo de intersecci—n privilegiado para
observar las mutaciones sociales __mutaciones que
ampliaban las "distancias normativas centrales" mostrando
la necesidad de pensar un nuevo debate sobre la actualizaci—n del
creer en nuevos contextos multiculturales y contempor‡neos,
paralelamente a una comprension estructural de sus normas l—gicas.
As’, la configuraci—n referencial y el an‡lisis discursivo de
"itinerarios de conversi—n" y "trayectorias de
identidades" __que eran indicadores de un nuevo
ordenamiento de las memorias sociales__, empezaba a
mostrar un cambio acelerado en los contenidos y referentes que
tradicionalmente administraban las representaciones, las creencias y
las relaciones sociales. El espacio del creer abarc— entonces los
talleres donde un trabajo de re-configuraci—n se efectuaba, la
memoria all’ se re-compon’a, la continuidad se re-establec’a,
el sentido se re-buscaba, y los signos reveladores de
afinidades nacientes al lado de un mundo en transformaci—n se
multiplicaban.
En efecto, se trataba de pensar un sector central
en la comprensi—n de transformaciones sociales determinantes en el
corto y el mediano plazo, pues si bien era cierto que las
"relaciones de producci—n" explican generalmente las l—gicas
sociales de "amplio alcance" y que tales relaciones
estructuran las formas de dominaci—n de las cuales parece m‡s
dif’cil librarse, no era menos cierto que dimensiones como
"lo religioso y lo pol’tico" (inclu’do lo Žtnico)
desempe–aran funciones centrales en procesos sociales sobre el
mediano y corto plazo. De tal suerte, aproximarme a las
"Apariciones Contempor‡neas de la Virgen en AmŽrica
latina" (A.C.V.A.) fue una invitaci—n para reflexionar en
torno a la Žtica de ese creer en tanto "proceso de
regulaci—n psico-social" en cada contexto considerado __regulaci—n
que pod’a ser interpretada como una triple redistribuci—n de la
relaci—n al tiempo, al espacio y a la autoridad; como un modo de
gesti—n de una triple crisis que afectaba la identidad, la mediaci—n
y la centralidad; y como una reacci—n ante una triple descomposici—n:
dŽficit de lo pol’tico, explosi—n e inadecuaci—n de las
ofertas de sentido, fuerte disminuci—n y retracci—n de lo
credible. Se trataba efectivamente de un proceso de
"recomposiciones sociales", entendido como un dispositivo,
necesariamente din‡mico y evolutivo, por medio del cual el
"sentido social" fue buscado, recompuesto y afectado. __Y
tal dispositivo present— como caracter’stica particular que
todos sus movimientos realizaron al mismo tiempo una funci—n
simult‡nea de anticipaci—n y de retraso. De retraso porque el
creer, como empresa de construcci—n de sentido, tend’a a frenar
el movimiento, inscribiŽndolo para traducirlo, en relaciones pr‡cticas
superadas; de anticipaci—n, porque el creer, de igual forma en
tanto empresa de construcci—n de sentido, buscaba orientar el
movimiento, para inscribirlo, ya fuera en pr‡cticas superadas o en
nuevas relaciones que Žl hab’a logrado recrear.
He aquí entonces, la síntesis de esa
aproximación antropológica a la construcción social de las
"Apariciones Contemporáneas de la Virgen en América
latina":
Todo estaba dispuesto para que llegara a Pereira
la ma–ana del 25 de enero de 1992, cuando una inexplicable procesi—n
de veh’culos me detuvo durante horas en la carretera oblig‡ndome
a abandonar ese prop—sito. Al darme cuenta que el tiempo transcurr’a
y la situaci—n no mejoraba, decid’ abandonar el autobus que me
transportaba y caminar cuanto fuera necesario con tal de saber lo
que ocurr’a. AtravesŽ cientos de carros, buses y camiones
preguntando a toda clase de personas que nunca supe si me
respondieron, hasta que un muchachito me explic— lo que pasaba:la
Virgen se estaba apareciendo en el jard’n que se le hab’a
constru’do. Al escuchar semejante respuesta, no pudiendo creerla,
soltŽ una carcajada. No obstante, el jovencito me invit— a
conocer el "Para’so de Mar’a".
AbriŽndonos paso entre la multitud logramos
abandonar la ruta principal hasta encontrar un caminito polvoriento
que nos condujo a una especie de laberinto que atrevesamos saltando
entre los peregrinos que estaban amontonados en los escalones
demarcados por catorce cruces de madera que indicaban las
respectivas estaciones del Viacrucis, y al fondo divisamos un campo
colmado de personas que se tiraban al suelo pidiendo perd—n por
sus pecados al tiempo que trataban de enfocar mejor sus c‡maras
fotogr‡ficas para captar los reflejos del sol que segœn muchos
danzaba. El anunciado jard’n ten’a la forma de un tri‡ngulo
surcado por una malla met‡lica a cuyos lados hab’a 13 banderas
izadas que segœn mi gu’a representaban algunos de los pa’ses
donde recientemente se ha aparecido la Virgen:5 pa’ses
latinoamericanos, 5 pa’ses europeos, Estados Unidos y 2 pa’ses
restantes. Al fondo del tri‡ngulo se destacaba una roca constru’da
de peque–as piedras amontonadas, enmarcada por un arco ligado a
una barra rectangular a travŽs de la silueta de algunos pecesillos
met‡licos, sobre la cual hab’a dos im‡genes:la del Coraz—n
Inmaculado de Mar’a y, un poco m‡s alta, la del Sagrado Coraz—n
de Jesœs junto a una cruz de concreto. En el centro hab’a un
altar consagrado para la celebraci—n de la misa, y a los lados se
percib’an dos sectores claramente definidos:uno de ellos con una
cruz de madera suficientemente alta como para crucificar a un
hombre, el otro repleto de flores y veladoras que aportaban
regularmente los peregrinos. Junto al altar estaba arrodillada una
muchacha cuyo rostro se dirig’a al firmamanto, con las manos a la
altura del pecho y las yemas de los dedos enfrentadas unas contra
otras en se–al de oraci—n, que hablaba de espaldas a la multitud
utilizando un tono de voz terriblemente agudo mientras la gente se
recog’a para escuchar lo que su eco repet’a, y m‡s tarde ella
callaba, y los asistentes lloraban tomando m‡s fotograf’as hasta
que la noche nos envolv’a, y de pronto el viento empez— a mover
las ramas de los ‡rboles como si la tierra temblara, y todas las
personas empezaron a agitar pa–uelos blancos y a mover sus manos
al cielo en se–al de despedida, entonces comprend’ que algo
acababa, y decid’ quedarme sin imaginar cuanto tiempo a fin de
reconstruir lo que en ese momento presenciaba.
Consegu’ hospedarme durante seis meses en la
casa de mi gu’a, cuya humilde familia la integraban su madre y dos
hermanos que se declaraban "convertidos gracias a las
apariciones de Mar’a", a fin de identificar algunas de las
condiciones hist—ricas del fen—meno ocurrido y entrevistar desde
all’ a las personas m‡s cercanas al acontecimiento, hasta
reconstruir poco a poco todo un universo de actores y pr‡cticas
sociales que me condujo a investigar tres din‡micas similares en
otros contextos latinoamericanos.
Las personas que primero entrevistŽ me respond’an
lo mismo, era como si conocieran de memoria una versi—n oficial de
lo que hab’a acontecido, una lecci—n que impart’an a los dem‡s
sobre todo para convencerse a s’ mismos. Me dec’an que...
__ Todo comenz— el
œltimo d’a de las brujas cuando la joven estudiante
Luz-Elena Valencia coment— a su madre Fabiola haber tenido
una extra–a experiencia en la ma–ana mientras se dirig’a
en un bus urbano a su colegio, (que) una se–ora se sent— a
su lado y llam‡ndola por el nombre le hizo varias preguntas
d‡ndole a entender que sab’a d—nde viv’a y que conoc’a
personalmente a su mam‡, (que) posteriormente entraron en un
di‡logo en el cual la se–ora le hizo recomendaciones a
cerca de no usar minifalda ni ropas inmodestas, advirtiŽndole
que cuando se bajara del bus encontrar’a una imagen y que si
esa imagen la impresionaba Žsa ser’a Ella. (Me dec’an
que) Luz-Elena se baj— del bus impresionada, elevada,
anonadada, (que) al entrar al colegio miraba al rededor porque
ten’a la impresi—n de que alguien la observaba, (que) de
pronto se fij— en la entrada donde tradicionalmente hab’a
una imagen de la Virgen descubriendo que la mirada proven’a
de all’, (que) al acercarse record— todo lo que le hab’a
pasado, se postr— de rodillas ante esa imagen, rez— tres
avemar’as y brotaron algunas l‡grimas de sus ojos. (DespuŽs
me contaron que) Durante los dos miŽrcoles siguientes,
Luz-Elena volvi— a tener la misma visi—n en su casa, junto
al lavadero, y (que) a principios de noviembre varias
personas, inicialmente algunos ni–os, afirmaron que tambiŽn
hab’an visto la imagen de la Virgen en los ojos de
Luz-Elena, obligando a los familiares de la vidente a
construir un altar en su casa y a transformar sin querer la
modesta residencia en una especie de centro mariano, (o como
tantas veces me dijeron), en un santuario para que la Madre
del Cielo nos siguiera acompa–ando hasta que le construyeran
el jard’n que Ella misma pedir’a para permanecer m‡s
tiempo entre los pereiranos (Entrevistas del "caso
pereirano").
Al dialogar con las personas m‡s cercanas a lo
sucedido, aseguraban ser de las que hab’an visto el reflejo de la
Virgen en los ojos de Luz-Elena, de forma muy similar a la imagen de
la Virgen de la Medalla Milagrosa:
__ Yo no la v’ al
principio porque fue mi esposa quien primero la vi—; pero yo
ten’a que hacer un acto de fe, hasta que poco a poco empecŽ
a ver la mancha azul y blanca (que son los colores de la
Medalla Milagrosa) en los ojos de Luz-Elena. Luego, la imagen
se fue clarificando (Entrevista a los esposos L).
__ Todos los que vimos
la imagen de la Virgen en los ojos de Luz-Elena, desde el
comienzo la encontramos muy similar a la de la Virgen de la
Medalla Milagrosa (Entrevista a InŽs D).
__ Fue muy lindo que
los primeros d’as que vimos a la Virgen en los ojos de
Luz-Elena, siempre la vimos con los colores de la Medalla
Milagrosa, y personas que la vieron muy definida pueden decir
c—mo la posici—n de las manos era la misma. Yo por
ejemplo, la primera vez que la v’ en los ojos de Luz-Elena
muy clara... porque al principio ve’a una mancha azul y
blanca y yo ten’a que hacer un acto de fe y decir que ah’
estaba la Virgen... pero la primera vez que la v’ muy
clarita, descubr’ la forma de aquella Milagrosa en que est‡
la Virgen un poco de perfil y tiene en su cintura una banda
azul que hace un mo–o... Entonces dije, es la Virgen, y es
la Milagrosa la que est‡ ah’ (Entrevista a Teresita G).
__ Todos nosotros, que
luego fuimos llamados a conformar una Junta encargada de
difundir esta nueva aparici—n de Nuestra Se–ora, eramos
dev—tos de la Medalla Milagrosa... As’ tambiŽn yo tuve la
dicha de ver a la Virgen en los ojos de Luz-Elena, con vestido
blanco y manto azul, como la Milagrosa (Entrevista a Do–a
Alicia H de G).
En ese momento descubr’ que las personas que
dec’an haber visto el reflejo de la Virgen en los ojos de
Luz-Elena, constitu’an un grupo importante de actores sociales:
los miembros de la Junta Administradora de las Apariciones de la
Virgen. __Y, Àc—mo se organiz— esa
"junta"?
__ Las personas
situadas al rededor del altar de la Virgen formul‡bamos
preguntas a Nuestra Se–ora, y ella nos daba las respuestas
correspondientes a travŽs de Luz-Elena. As’ la Virgen llam—
una noche a un grupo de personas, y luego de una vigilia de 22
horas, seleccion— a 11, para que conformaramos una junta
encargada de todo lo referente a su aparici—n (Loc. cit.).
En efecto, 11 personas, casi todas reconocidas y
prestantes de Pereira, integraban la junta que "sin ‡nimo de
lucro", aœn organiza, coordina y difunde todo lo referente al
complejo proceso de apariciones marianas ocurridas en esa ciudad.
__ Y, Àc—mo continu— todo ese proceso
de "apariciones"?
Teresita G, uno de los miembros de la Junta
Administradora de las Apariciones de la Virgen que viajaba
continuamente a Quito (Ecuador) "en busca de libros para
difundir los mensajes que ha dado Mar’a en sus innumerables
apariciones", visit— a Luz-Elena poco antes de partir de
nuevo, "porque muy cerca a Cuenca, tambiŽn nuestra Madre del
Cielo estaba dando mensajes. Entonces, nuestra vidente le agradeci—
su visita, cont‡ndole que desde hac’a varios d’as la Virgen le
hab’a pedido que fuera a otro sitio donde tambiŽn se estuviera
apareciendo simult‡neamente". As’, en menos de tres horas
improvisaron una peregrinaci—n que lleg— el 9 de febrero de 1991
a la Regi—n de El Cajas (cerca a Cuenca), donde encontraron una
multitud dispuesta a iniciar el rezo del angelus.
Durante su estad’a en Cuenca, Luz-Elena se
entrevist— con la vidente de ese lugar, quien segœn coment—
Teresita, "al principio estuvo reticente, pero luego habl— en
secreto amablemente con nuestra vidente". Por consiguiente,
Luz-Elena debi— conocer todo un conjunto de detalles de las
apariciones de Cuenca que posteriormente aplicar’a en Pereira, y
pese a las aclaraciones desesperadas de algunos de los miembros de
la junta pereirana concernientes al hecho de que mientras Luz-Elena
permaneci— en Ecuador, "Ella no conoci— ni tuvo acceso a
informaci—n alguna relativa a lo que era un Žxtasis, ni a los
mensajes transmitidos por la vidente en ese estado", son
evidentes las REDUNDANCIAS que, de todas maneras, reflej— el
"caso pereirano":
__ Al cabo de los
mesesitos empezamos a pedirle a la Sant’sima Virgen que se
comunicara como lo hac’a en Cuenca y en otros tantos
lugares, porque quer’amos tener una experiencia tan
maravillosa como la de all‡. Quer’amos escuchar su voz,
que hablara atravŽs de la vidente; porque Luz-Elena ten’a
las alocuciones pero nosotros no nos benefici‡bamos
directamente, sino que se nos comunicaba despuŽs... y tan
bella, nos regal— esa gracia y muchas otras m‡s, como en
Cuenca, porque no en todas las apariciones as’ ha sido (Loc.
cit.).
Me encontraba pues, ante una segunda fase de las
apariciones de la Virgen, fundada en el estado de Žxtasis que
alcanzaba la vidente, en el que adoptando una posici—n de rodillas
de manera que su columna vertebral alcanzaba a formar un ‡ngulo
mayor de 45¼ con respecto al plano vertical, y utilizando una voz
muy suave, de tono extremadamente agudo y de manera bastante
pausada, se dirig’a a los peregrinos en nombre de la Virgen.
__ En tŽrminos generales, Àcu‡l fue el
contenido principal de los mensajes en "Žxtasis", y cu‡l
la frecuencia de Žstos?
__ En sus mensajes, la
Virgen se dirig’a a los peregrinos llam‡ndonos de diversas
maneras:hijos, hijitos, peque–os, o aœn bebŽs. En ellos
nos impart’a, recordaba o reforzaba de manera muy especial
algunas de las ense–anzas m‡s sobresalientes del
Magisterio de la Iglesia Cat—lica, haciendo un cont’nuo
llamado a la conversi—n y al cambio de vida. As’ mismo,
adem‡s de ofrecer algunas instrucciones y recomendaciones
particulares, hac’a un llamado a la pr‡ctica de h‡bitos
que condujeran a la oraci—n tales como el rezo del Santo
Rosario con sus 15 Santos Misterios conocidos como el
Salterio; al ayuno a pan y agua como signo de penitencia,
sacrificio y mortificaci—n; al uso del escapulario y de la
cam‡ndula al cuello; a la misa y comuni—n diarias
visitando tambiŽn diariamente a Jesœs Sacramentado y confes‡ndonos
siquiera una vez al mes; al uso de ropas adecuadas evitando
ponerse las ni–as minifaldas o los muchachos pantalonetas o
pantalones estrechos, sin olvidar las mujeres ponerse una
mantilla cada vez que ingresen al templo en se–al de respeto
al Padre Celestial. De igual forma, la Sant’sima Virgen nos
recomend— la invocaci—n permanente al Espiritu Santo, a
los Santos Angeles Custodios, a los Santos Arc‡ngeles San
Miguel, San Gabriel y San Rafael, a fin de que Ella pueda
protegernos bajo su manto para no permitir que Satan‡s reine
en el mundo ni dejar que la mœsica rock y las prendas
exitantes que rechazan a Dios se apoderen de sus creaturas m‡s
preciadas, es decir, de los j—venes. Todos sus mensajes
fueron constantes, desde marzo de 1991 hasta enero de 1992,
salvo en junio y julio en que fueron un poco m‡s escasos, y
aunque buena parte de ellos la Virgen los se–al— con d’a
y hora respectivos, hubo muchos otros que se dieron en el
momento menos esperado (Entrevista a la vidente Luz-Elena
Valencia).
__ Y, Àc—mo evolucion— el fen—meno de
las aparici—nes de la Virgen en Pereira?
__ Ante todo la Virgen
defini— su nombre o advocaci—n en esta nueva aparici—n
como "Mar’a, Llave Espiritual de la Fe", porque
nadie llega a Dios Padre si no es por El Hijo y nadie llega al
Hijo si no es por Ella. Nosotros para recordarla mejor,
acudimos a una pintora conocida de dos de los miembros de la
junta, quien ya hab’a realizado retratos hablados de la Sant’sima
Virgen en otras de sus muchas apariciones, hasta que por fin
tuvimos un cuadro aproximado de la nueva advocaci—n de
Nuestra Se–ora. M‡s tarde, Ella misma nos pidi— que se
le construyera un jard’n como en sus tres œltimas
apariciones en AmŽrica:Cuenca (Ecuador), San Nicol‡s
(Argentina) y Betania (Venezuela), para que sus hijos pudieran
sentirse m‡s cerca a Ella, en un lugar de mayor oraci—n y
reconciliaci—n. As’ fue como encontramos un terreno con un
arroyito de agua en el kil—metro 10 de la v’a
Pereira-Armenia, perteneciente a la vereda de El Jord‡n, que
fue donado por su propietario al enterarse de nuestro prop—sito,
con tal de que bautizaramos el jard’n de la Virgen con el
nombre de "El Jord‡n, Para’so de Mar’a" (Entrevista
a Don Bernarno T).
__ Delegaciones enteras
de gente de otras ciudades ven’an entusiasmadas al Jard’n
de la Virgen. Al principio ven’a mucha gente de Manizales y
de Bogot‡:abogados, mŽdicos, profesionales... eso era por
lo alto. Gente humilde casi no se ve’a; eso se notaba
especialmente en la gente de Manizales, porque a esa gente se
le nota el porte y eso es indiscutible. Ahora es cuando ve uno
a la gente humilde, al campesinito y a personas de la vereda
que comienzan a ir al Jard’n, pero eso s’, todo se va
saneando y se va desterrando a Satan‡s (Entrevista a los
esp. J).
__ Toda esa multitud de
personas que cada ocho d’as ven’a al Jard’n de Nuestra
Se–ora, se sent’a atra’da sobre todo por el fen—meno
de la danza del sol que al principio se opacaba y luego se
destapaba, empezando a rebotar como un bal—n que se lanza y
vuelve hasta que uno ya no lo resiste. Entonces la gente
comenzaba a tomar fotograf’as, a llorar de arrepentimiento y
a gritar "la Virgen, la Virgen", hasta que por fin
la ve’amos (Entrevista a Mar’a- Adela M).
__ Y, ÀquŽ era lo que pasaba el 25 de
enero de 1992 cuando por primera vez conoc’ el Jard’n de la
Virgen?
__ Ese era el œltimo
mensaje de Nuestra Se–ora, y gracias a Dios acudi— el
mayor nœmero de personas jam‡s visto en el Jard’n. En ese
mensaje, Mar’a nos motiv— a seguir practicando las
instrucciones que hasta ese momento nos hab’a dado, aclar‡ndonos
que si bien el Padre Celestial le ped’a su retirada f’sica
de Pereira, Ella seguir’a presente en su Jard’n,
especialmente todos los miŽrcoles a medio d’a y los
œltimos s‡bados de cada mes para recibir las tristezas,
alegr’as, dolores y esperanzas de sus hijos, y derramar
gracias y bendiciones abundantes sobre todos y cada uno de sus
peregrinos (Loc. cit.).
Hasta ese momento contaba con algunos testimonios
que si bien me situaban ante el misterioso proceso de
"apariciones marianas de Pereira", desafortunadamente me
imped’an comprender a los actores e interpretar las din‡micas
sociales que all’ se desarrollaron. De manera que tuve que
esquivar las explicaciones de mis informantes que trataban de
justificar a toda costa la veracidad del fen—meno ocurrido, aunque
sent’a la imposibilidad de escapar completamente a sus discursos.
En consecuencia, empecŽ a definir cinco tipos de actores que ya hab’a
identificado, y tratŽ de caracterizarlos mejor.
El primer tipo de actores lo conformaban la
vidente y sus familiares, incluyendo all’ a un personaje que
estaba en todo sin estar y controlaba todo sin notarse:el director
espiritual de Luz-Elena. Se trataba de un franciscano renovado,
procedente de La Calabria (Italia), que viv’a en las afueras de
Pereira en medio de la pobreza austera de una comunidad de
autosubsistencia que en compa–’a de otros doce frailes constru’a
con materiales regalados:el lugar era tan desprovisto que m‡s que
convento parec’a tugurio, pero era limpio y agradable, hab’a
cabras y cabritos, gallinas y perros guardianes. La presencia de
Fray Carmelo desconcertaba pues parec’a un ser tra’do del
medioevo por la m‡quina del tiempo, con el h‡bito tosco, sus
largas y ralas barbas de chivo, los pies descalzos en contacto con
la tierra, la tonsura radical de la que s—lo se salvaba un aro de
pelo, y el don de hablar con naturalidad de lo sobrenatural. Lo
œnico que me dijo cuando tratŽ de entrevistarlo fue sencillamente
que prefer’a no hablar del asunto pues bien sab’a cu‡n dificil
era de creer, que me invitaba sinembargo a comprobar c—mo decenas
de familias separadas se reun’an, muchos viejos descre’dos se
confesaban y cientos de j—venes abandonaban la droga.
__ Aquel religioso fue
el œnico representante de la Iglesia que le crey— a
Luz-Elena cuando ella buscaba un sacerdote para confesarle que
se le hab’a aparecido el hada madrina en el bus, que sab’a
todo de ella, que quŽ har’a si de veras era la Virgen como
le dec’a su mam‡. Y desde entonces, desde que Luz-Elena
fue a verlo por primera vez, a pesar de que ella estaba un
poco asustada, se convirti— sin m‡s motivos y como por
arte de magia, en su inseparable padre espiritual (Entrevista
a Do–a InŽs D).
Luz-Elena me pareci— una muchacha sencilla y
alegre, proveniente de una familia humilde integrada por sus padres,
dos hermanos menores y su abuela materna. A pesar de haber recibido
una educaci—n cat—lica aseguraba no distinguirse por su piedad
antes de haber visto a la Virgen, aunque la preocupaban, me lo
repiti— varias veces,
__ los ritos sat‡nicos
que practicaban algunos j—venes del barrio convoc‡ndose a
travŽs del rock a todo volœmen para reunirse a meter
marihuana y despuŽs fervorizarse entre ellos, sobre todo los
de la esquina que por all‡ no hay ni que asomarse, es mejor
mantenerse a distancia portando el escapulario al cuello pues
si no uno se labra su propia condenaci—n practicando tanto
sexo (Entrevista a Luz-Elena Valencia).
ComprobŽ que la vidente se someti— a los ex‡menes
psicol—gicos solicitados por el se–or obispo de la di—cesis
poco antes de que Su Santidad lo ordenara arzobispo de otra ciudad
importante de Colombia para probarlo a ver si su verdadero
ministerio estaba en el Vaticano. El diagn—stico cl’nico advert’a
un peligro de esquizofrenia a causa de los contenidos representados
en Žxtasis, especialmente por contarle a los doctores sus visiones
dantescas del infierno, por describir las maldades de las sectas sat‡nicas,
por hablar de org’as y bacanales, de pr‡cticas de canibalismo y
sacrificios de bebŽs, de "profanaciones de hostias por parte
de pelaos que se fervorizaban hasta desarrollarse en ellas"...
en fin, la œltima noticia que supe de Luz-Elena fue que ingres— a
un convento de monjas de clausura presionada por familiares y
amigos, por las damas voluntarias de la Llave Espiritual de la Fe,
por su director espiritual, por los rockeros de su barrio que al
cabo de tres a–os compon’an villancicos navide–os, por los
distinguidos monse–ores de la Conferencia Episcopal Colombiana
cuyo rechoncho presidente sudaba grasa cada vez que dictaba
instrucciones pastorales al pueblo de Colombia, por la Sagrada
Congregaci—n del Rito para que los cardenales de Roma le pararan
bolas al asunto, por las almas de Santa Teresita y Santa Bernardita
sufrientes, por la tradici—n de los Santos Padres de la Iglesia,
por la historia universal, por la salvaci—n del mundo y de los
hombres imp’os.
El segundo tipo de actores lo constitu’an los
miembros de la Junta Administradora de las Apariciones Marianas de
Pereira, de cuyos doce integrantes logrŽ entrevistar a todos
excepto a la presidenta, como le dec’an, una dama de la clase alta
pereirana, Do–a Gladys del Opus, "y la elegimos a ella pa’que
no digan qu’ibamos a ser negocio con esto", ella, que me dijo
"tan pispo entrevist‡ndonos,
__ pero lo malo es que
ahora no puedo responderte porque me deja el avi—n de Miami,
si de algo te sirve dec’me d—nde te firmo, d—nde
testifico que me curŽ de un c‡ncer en el seno visitando el
Para’so de Mar’a... por eso aceptŽ que la Virgen me
postulara en su junta, porque hay que agradecŽrselo, adem‡s
Ella es muy buena y hay que pedirle la paz para Colombia (Entrevista
a Do–a Gladys G).
Los dem‡s miembros de la junta eran l’deres
de la alta y peque–a burgues’a pereirana entre los cuales
estaban primero Teresita G (quien compraba y vend’a toda clase de
libros de apariciones), despuŽs los esposos Lizcano (profesionales
de la econom’a que mand‡ban a su œnico hijo a estudiar donde
los gringos para librarlo de ser arrabalero), luego los antioque–os
Giraldo (tesoreros de la junta y propietarios de doce plantaciones
de cafŽ), m‡s tarde los profesores Trejos (carism‡ticos
publicistas del fen—meno), y no pod’an faltar las hermanitas
Duque con su ex—tica tienda de uniformes militares (para que los j—venes
pereiranos aprendieran a vestirse como machos y por ningœn motivo
se volvieran roscones), ah, y por supuesto hay que nombrar a los
industriales Jaramillo (propietarios de papeles de Antioquia
"desde hace cinco a–os arrepentidos de haber sido mormones y
vendido a menos precio nuestras fincas cafeteras por culpa de las
revelaciones del profeta"), y por œltimo la viuda millonaria
Adela M que no sab’a quŽ hacer con sus hijos descarriados hasta
que a cada uno de ellos se le fue apareciendo la Virgen.
Los otros actores, del tercero al cuarto,
olvidando mejor al quinto tipo, como sol’a decir a mis colegas,
eran los peregrinos-locales creyentes en las apariciones entre los
cuales hab’a que incluir al pelao que fuera mi principal gu’a en
semejante aventura, los peregrinos-for‡neos provenientes de otras
ciudades de Colombia y de pa’ses vecinos, y la poblaci—n
variable dividida entre espectadores y curiosos esp’as o
visitantes espor‡dicos y paseantes de ocasi—n que por ser
hombres de poca fe no merecemos ser mencionados. Buena parte de los
peregrinos locales y extranjeros eran de estrato popular y clase
media (socio-econ—micamente hablando) cuyas familias se
caracterizaban por la ausencia de la figura paterna y un fuerte rol
materno en su estructura interna __lo cual permiti— con
ayuda de la Virgen la conversi—n de los hijos y el retorno del
padre a los hogares al tiempo que todos se sent’an bastante
preocupados por la descomposici—n moral de la sociedad y
horrorizados con la idea del juicio final y del Apocalipsis. En
cuanto a los œltimos actores, simplemente es preferible ignorarlos
pues considero que una intensi—n poco ortodoxa nos condujo a
aproximarnos a los creyentes, a encararlos e indagar en sus secretos
olvidando que sus testimonios mientras m‡s veraces eran m‡s
simples, porque entre m‡s s’mples ten’an que ser m‡s
comunes, y entre m‡s comunes parec’an tanto m‡s vulgares, y
entre m‡s vulgares se acercaban a ser m‡s naturales pues as’
suele ocultarse la sabidur’a divina.
DespuŽs de caracterizar a los actores,
identifiquŽ tres instituciones que alteraban bruscamente las l—gicas
sociales de las personas relacionadas con lo sucedido. Concretamente
la familia, la Iglesia y la comunidad. Primero, mis entrevistados
aseguraron un fortalecimiento de los lazos de solidaridad al
interior de sus familias gracias al liderazgo de las madres
"quienes en la mayor’a de los casos fueron las difusoras de
la noticia de las apariciones de la Virgen mostrando a sus hijos
buena parte de las fotograf’as que espont‡neamente ellas hab’an
tomado para dar testimonio de semejante milagro", y as’,
__ se instituy— el
rezo obligatorio del rosario en los hogares y se renov— el
altar familiar con las paredes repletas de im‡genes de
santos y advocaciones marianas de todos las especialidades en
las cuales se volvi— a depositar la fe como resolutoria a
las necesidades (segœn las maneras propias de sentir e
interpretar las doctrinas cat—licas al lado de un modo de
expresar las ideas ind’genas a cerca del cosmos junto a un
sentimiento africano de entender la vida como una situaci—n
emergente de una realidad natural y de un mundo social
opresor), nuestras mam‡s se preocuparon de que sus hijos no
volvieran a usar tangas ni pantalonetas estrechas, nos
colgaron el escapulario en el tobillo y la cam‡ndula al
pecho, nos cosieron calzoncillos de cuero con cinturones de
castidad cuyas llaves ellas celosamente guardar‡n hasta el d’a
de nuestro santo matrimonio, a las jovencitas les bordaron
faldas largas y enaguas, les tejieron mantillas para que se
presenten al templo cubiertas por respeto al Sant’simo
Sacramento, y nos prohibieron a todos salir de noche a las
discotecas y a los lugares donde Dios m’o, nuestros
ancestros por quienes Do–a Adela M aœn no ha acabado de
pagar misas pasaban los fines de semana sinvergŸenciando con
mujeres de mala vida y el Angel de la Guarda nos ampare si
alguna vez no se desordenaron entre ellos (Entrevista a
Juan-Pablo Angel).
Segundo, el fen—meno ocurrido le plante— un
serio reto a las jerarqu’as eclesi‡sticas pues los fieles
estaban trasladando el culto del domingo en la catedral al s‡bado
en el potrero,
__ entonces Monse–or
no pudo apresurarse a desvirtuar ni a prohibir la liturgia en
ese lugar, imag’nese, tuvo que nombrar m‡s bien una comisi—n
de expertos para que estudiara el caso con toda seriedad, y
llam— a medianoche a los p‡rrocos para que expres‡ramos
nuestra prudencia por medio de sermones y avisos aclaratorios
que b‡sicamente dijeran que "s—lo los se–ores
obispos despuŽs de una minuciosa investigaci—n de los
acontecimientos eran los œnicos autorizados para dar aprobaci—n
can—nica a las apariciones y mensajes de origen
sobrenatural" subrayando que la aprobaci—n episcopal
fundamentalmente significaba el acuerdo de esas revelaciones
con la recta doctrina de la fe y las buenas costumbres adem‡s
de autorizar el culto pœblico y las peregrinaciones oficiales
a los lugares reconocidos (Entrevista al Padre Calletano
Acero).
Tercero, la comunidad de Pereira no hab’a
respondido suficientemente a la difusi—n que se hab’a hecho de
tama–o acontecimiento a travŽs de todos los medios de comunicaci—n
hasta que el jard’n de la Virgen empez— a convertirse en un
parque tur’stico donde una multitud de gente extra–a acud’a
sin raz—n cada ocho d’as, entonces varias voces quisieron
hablar,
__ habl— el
gobernador por la cadena uno y el alcalde por la cadena dos,
pero nadie sintoniz— esas intervenciones porque en la Se–al
Colombia estaba entrevistando Bernardo Hoyos al Mago Blanco,
figœrese, era una entrevista en vivo y en directo desde la
piscina del Hotel Rialto en la que el se–or Cadena le
mostraba al pa’s su colecci—n de t’tulos acadŽmicos
declarando que en Pereira hab’a un transtorno parasicol—gico
grave, que toda la culpa era del Brujo Negro y sus sat‡nicos,
que ya no pueden pervertir m‡s a los futbolistas con
pensamientos sucios, que ya las misas negras del papa negro no
funcionan porque los jesuitas modernizaron los ejercicios
ignacianos, que a penas las sombras del demonio pueden colarse
entre los sue–os con una amarga nostalgia de la juventud, de
ese momento tan triste de la condici—n humana en el que se
queman los œltimos cartuchos, y ah’ fue cuando el director
general de la polic’a interrumpi— el programa de su vida
para pedirle al doctor una declaraci—n de s—lo quince
minutos, "como usted diga mi Coronel", porque hab’an
descubierto varios centros sat‡nicos donde adultos
corrompidos reclutaban j—venes sicarios sirviŽndose de la
droga y de toda clase de perversiones sexuales para iniciar
pelaos en las oscuras sendas de la delincuencia (Entrevista
a Laura Restrepo).
Finalmente lleg— el œltimo d’a de mi estad’a
en Pereira y aunque quise renunciar tuve que continuar mi expedici—n
mariana. Conoc’ a una familia de Santa FŽ que como tantas otras
cumpl’a la promesa de viajar a los cuatro principales santuarios
de apariciones simult‡neas de la Virgen en SuramŽrica:a Pereira,
Cuenca, San Nicol‡s y Betania. En realidad, se trataba de un
paquete tur’stico organizado por el joven Felipe G—mez
(estudiante de la universidad m‡s oligarca de Colombia), quien
tambiŽn aseguraba ver de un momento a otro a la Virgen y reun’a
todos los jueves para rezar el rosario en su casa a una centena de
los mejores ejemplares de ni–os y ni–as bien de la capital que
se cog’an de la mano y se rozaban las piernas durante las letan’as
para sentirse en comuni—n fraterna. Gracias a esa familia
integrada por el pap‡ profesional, la madre ama de casa y el
tocayo del apostol, logrŽ aproximarme durante tres meses m‡s a
tres nuevos jardines marianos camuflando mi mirada escŽptica entre
hermanos ecuatorianos, argentinos y venezolanos.
Al llegar a Quito visitŽ __entusiasmado
por la insistencia de mis nuevos gu’as__ la famosa
librer’a espiritual donde Teresita G compraba sus libros, y
descubr’ una industria editorial formidable de textos y folletos
que circulaban por todos los santuarios marianos no s—lo
difundiendo las œltimas apariciones de la Virgen sino tambiŽn las
numerosas vidas de santos y beatos estigmatizados con las llagas de
la pasi—n de Cristo, los secretos de decenas de videntes y
mensajeros de ultratumba que han escrito algunas de las claves del
fin del mundo, las confesiones de cientos de pose’dos por el
demonio a quienes se les han practicado exorcismos salv‡ndolos del
tormento de ver todos los d’as el infierno... en fin, los
innumerables milagros extra–os como la s‡bana santa de Tur’n o
la sangre coagulada en Lanciano inclu’das las incontables im‡genes
que sudan aceite y otras sustancias no identificadas en el vasto
mundo de la ingeniosidad popular donde tambiŽn se han aparecido
miles de v’rgenes morenas. Posteriormente nos desplazamos hacia
Cuenca donde empecŽ a recolectar diversas versiones sobre esas
"nuevas apariciones de la Virgen" descubriendo que all’
el movimiento mariano hab’a involucrado especialmente a personas
de origen rural que sinembargo pertenec’an a familias de clase
media (nuevamente socio-econ—micamente hablando) un tanto
desarticuladas por la pŽrdida de ciertos valores tradicionales
cuyos hijos estaban destinados como sus padres a ser peque–os
comerciantes o tal vez a formarse para ejercer profesiones
liberales, y en efecto, la vidente del lugar era una joven de
aquellas que prematuramente reciben el don de dominar varias
lenguas, ten’a veinte a–os de edad y acababa de terminar el
bachillerato, se llamaba Patricia Talbot y era otra de las elegidas
de la Sant’sima Virgen.
(Me contaron que) "todo comenz— a ra’z
de un sue–o que tuvo esa joven el cinco de agosto del a–o
trasantepasado cuando una dama alta y blanca de ojos claros y
cabellos rubios le indicaba una incomprensible misi—n, (que)
al despertar vi— una luz inmensa y en medio del resplandor
descubri— a la Madre del Cielo que la invitaba a darse un
tour por ciudad de MŽxico para que la pudiera ver nuevamente
en la bas’lica de Guadalupe, entonces Patricia se despert—
y arregl— muy de ma–ana maletas para cumplirle la cita a
Nuestra Se–ora, empe–— el anillo del novio que seis
meses antes la hab’a comprometido para pagarse el viaje y al
cabo de diez horas de ayuno lleg— acezando a la bas’lica
donde encontr— a la Virgen cansada de esperarla todo el d’a,
le pidi— que la perdonara por llegar tarde pero es que ella
era s—lo una pobre mortal que desafortunadamente no contaba
con el don de la ubicuidad, que hab’a una huelga en el
transporte pœblico y hasta que el sol se ocult— no pudo
conseguir un taxi, que el taxista le mando un recadito a Su
Merced suplic‡ndole ‘que la huelga se acabe pos si no no
podemos trabajar con tanto tranc—n, mire, otra vez otro hijo
de la chingada, usted misma se da cuenta c—mo los cuates nos
salpican el barro de las botas saltando por encima de los
capotes, pero ah’ la dejo pos ya llegamos’, y la Virgen la
miraba con cara de l‡stima, mas luego le dijo ‘dejŽmonos
de vainas mija pos con este paro me aumentan los devotos, adem‡s
el mensaje que aqu’ te doy es para los ecuatorianos, anot‡
el nombre como en tu tierra quiero llamarme, Guardiana de la
Fe, s’, porque ustedes no tienen quien los cuide, y v‡yase
ya mijita porque a estas horas usted por aqu’ corre muchos
peligros’" (Entrevistas del "caso
ecuatoriano").
Segœn siguieron cont‡ndome, Patricia lleg— a
Quito en el œltimo vuelo procedente de MŽxico y encontr— sentado
en el aeropuerto despoblado a un sacerdote flaco y encorvado, el
rector de la universidad de los jesuitas, el padre Julio Ter‡n que
desde aquella noche desvelada se convirti— en su inseparable
consejero. Tiempo despuŽs, la vidente ecuatoriana convoc— un
rosario en un lugar desierto llamado El Cajas (sobre la ruta
inacabada que descend’a a la costa) al que asistieron m‡s de
cinco mil personas que d’as m‡s tarde construir’an en ese
sitio un jard’n como el de Pereira, claro que de forma rectangular
para hacerlo m‡s funcional, bueno,
__ y ah’ tambiŽn
hubo una espectacular aparici—n de la Virgen en presencia de
casi medio mill—n de espectadores el œltimo veinticinco,
como entre los pereiranos, igualito, commo en el Serm—n de
la Monta–a antecitos de la multiplicaci—n de los panes y
los peces (Loc. cit.).
Paralelamente, identifiquŽ m‡s o menos los
mismos actores y pr‡cticas sociales que en Pereira, s—lo que en
Cuenca...
__ algunos jovencitos
no quisieron convertirse tan r‡pido prefiriendo antes que
eso quebrar las estatuas veneradas en el jard’n de su
Guardiana, pero gracias a Dios las autoridades civiles tomaron
cartas en el asunto y eso ayud— a que el se–or obispo
aprobara con m‡s gana las peregrinaciones, en fin,
afortunadamente el peligro ya pas— y todav’a siguen
viniendo como usted ve multitud de peregrinos que hasta el d’a
de la Inmaculada acudir‡n para presenciar la consagraci—n
del nuevo templo, hace seis meses que Patricia se despidi—
de la Virgen contando con el divino permiso de su Hijo para
entregarse a su impaciente prometido y salvarlo, c—mo le
parece, la semana pasada anunciaron su explosi—n de
felicidad pues el Todo Poderoso los premi— con trillizos (Ibid.).
Un mes despuŽs viajamos a San Nicol‡s, a m‡s
de doscientos kil—metros de Buenos Aires, donde ya hab’a un
templo erguido en honor a la Virgen del Campito teniendo que esperar
hasta el domingo en la misa de las doce para ver comulgar a la
vidente, una se–ora de medio siglo, Do–a Gladys de Mota, la
abuela de los peladitos m‡s lindos que cantaban en el coro, la
escogida de la Virgen en aquel sitio. TambiŽn all’ hab’an
acudido miles de personas de todo el mundo, y hubo casi los mismos
fen—menos que en las dos anteriores apariciones con danza del sol
y miles de fotograf’as desenfocadas
__ excepto que en esta
manifestaci—n mariana el obispo de la di—cesis era el
mismo director espiritual de la vidente y la mayor’a de
peregrinos eran extrabajadores de la Sociedad Siderœrgica
Mixta Argentina, la principal acer’a del pa’s gaucho que
hab’a adoptado a–os atr‡s una aplastante pol’tica de
privatizaci—n y racionalizaci—n cuyo impacto en la poblaci—n
local increment— el desempleo determinando la ca’da del
consumo y el deterioro de las actividades econ—micas as’
como el debilitamiento de la trama social a escala de la
ciudad (Entrevistas del "caso argentino").
Por œltimo, pasamos varios fines de semana en la
finca de Betania en la provincia de Cœa del estado de Miranda en
Venezuela, donde siempre nos invit— a tomar chocolate una abuela
de origen italiano, Do–a Esperanza de Bianchini, quien all’ era
la vidente de la Sant’sima Virgen "Reconciliadora de los
Pueblos", en cuyo honor exist’a muy cerca una bas’lica y un
centro de atenci—n pastoral. Aunque las indagaciones que pude
realizar sobre esas œltimas manifestaciones marianas fueron escasas
pues la poblaci—n visitante del lugar era demasiado m—vil,
algunos j—venes (cuyas familias han supuestamente seguido el
desarrollo del fen—meno a lo largo de casi una dŽcada) me
sugirieron dos aspectos relevantes para imaginar a los actores de
esa din‡mica:
__ En primer lugar una
doble funci—n de Monse–or, quien (como el obispo de San
Nicol‡s) era el director espiritual de la vidente y la
autoridad de la Iglesia encargado de determinar la veracidad
de lo ocurrido, y en segundo lugar la referencia a) un
conflicto que desde hac’a varios a–os se libraba entre
ciertas familias por causa de las tierras vecinas al sitio de
la aparici—n, sin duda alguna las m‡s fŽrtiles de la regi—n
(Entrevistas del "caso venezolano").
En ese punto me desped’ de mis anfitriones
marianos, del se–or y la se–ora G—mez agradeciŽndoles su
hospitalidad durante las peregrinaciones, enviŽ con ellos un cintur—n
de cuero que varias veces hab’a seducido a mi gu’a de Pereira
disculp‡ndome por no haberlo abrazado cuando part’ para Quito,
mandŽ estampas de las otras v’rgenes a todos mis amigos marianos,
a las damas voluntarias de la Llave Espiritual de la Fe, a los
pelaos rockeros, en fin, a tantas y tantos que conmigo compartieron.
Felipe me acompa–— al aeropuerto un tanto triste porque todav’a
no me hab’a convertido, porque aœn no me hab’a entregado
totalmente al Alt’simo, porque no hab’a seguido m‡s adentro en
la espesura hasta gustar el mosto de granadas y descender al pozo
donde mana el agua pura, entonces le ped’ que me encomendara al
Todo Poderoso en sus oraciones para que muy pronto pudiera volver al
Para’so de Mar’a y someterme por fin a los ardores del Fervent’simo,
que mientras tanto deb’a viajar a Bogot‡ y seguir estudiando con
rigor el fen—meno de las apariciones marianas. En el œltimo
instante el tocayo del ap—stol se aferr— a mi cuello, llor— y
me di— un beso de despedida argumentando que la Virgen lo permit’a
pues para eso Cristo nos hab’a vuelto hermanos, que al fin y al
cabo que importaba, que me quer’a con el fervor m‡s puro de un
amigo. __Tras dos horas de siesta en un vuelo atocigado
despertŽ en el dorado aeropuerto de la capital de Colombia donde
con gran alegr’a me recibieron familiares y amigos... Desde
entonces el tiempo pas— y, cinco a–os despuŽs, escrib’ una
tesis doctoral en sociolog’a que hace poco sustentŽ en la Escuela
de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Par’s, y bueno, estas l’neas
en alguna medida recrean ese acontecimiento...
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